Tema: Diario el Universo
Título: Romeo y Julieta en hip hop “Bernard Fougéres”
La cursilería suena sospechosa
mas no despedí de mi vida al adolescente enamorado que mandaba versos de
Bécquer o de Musset en papel celeste perfumado. No reniego del quinceañero que
tocaba el cielo por haber tan solo rozado con sus labios una mejilla femenina.
Asumo al chico que descuidaba el estudio para inventar desvaríos, se tatuó en
el brazo izquierdo con letras griegas un verso de Antígona, pensó más de una
vez morir de amor por no saber acallar el ímpetu de su corazón. Con el tiempo
hice los debidos esfuerzos para convertirme en lo que se suele llamar un hombre
serio, sin embargo, en mi matrimonio seguí religiosamente comprando automóviles
con cambios automáticos que me permitían tener en mi mano la de mi esposa (rito
que mantuve durante cuarenta años), seguí llevándole el desayuno con una flor
azul del balcón, metiendo en sus maletas papelitos doblados cuando tenía que
viajar sola, inventando situaciones, citándola en hoteles hasta en la
suite presidencial para su último aniversario–, la pedí en matrimonio
veinticuatro horas después de conocerla, seguí deteniendo mi auto en plena
campiña cuando divisaba unas flores de particular belleza, cuando se acercaba a
mi vehículo uno de estos burros con inmensos ojos llenos de miel o simplemente
cuando cruzaba la carretera una manada de puerquitos de cerdas erizadas. Es que
todavía me doy el tiempo necesario para ser cursi.
Tengo conciencia plena de estar a veces un poco desubicado en la página editorial de un diario tan serio pero el caudal impresionante de correos mandado por mis lectores me indica que todavía sueña la gente a pesar de la crudeza que trae la diaria realidad, escriben porque se identifican. De repente una persona muy seria me reprocha no tratar los temas políticos en boga (como no sé de aquello, prefiero evadirme de lo diario para solazarme en lo eterno). La condición del hombre en el planeta, sus delirantes sueños, sus sonrojados secretos, sus pasiones ocultas, sus íntimas culpas son el pasto que voy husmeando con fervor y suelo compartir.
De Guayaquil siempre me sorprende aquella pureza de las emociones: leyendas en automóviles, camiones pintorreados en el más auténtico pop art, procesiones en las que los feligreses avanzan con el corazón trémulo blandiendo una vela, aquel contumaz asesino a quien entrevisté una vez en la cárcel, al que pregunté: “¿A quién más amas?” y me contestó: “A mi mamá”. De la palabra ingenuo a la palabra genuino solo hay un paso. Los años me enseñaron a ser muy prudente a la hora de querer juzgar.
Un hombre con un ramo de flores en las manos puede hacernos sonreír, nuestro siglo amordazó muchas emociones, desconfío de la gente que se dice seria. Frente al vanidoso que levantaba su bombín y saludaba El Principito preguntó lo que había que hacer para que se cayera el sombrero. Oí una vez a un orador muy respetable decir: “Antes de hablar quisiera decir algo”, entonces déjenme en paz disfrutar mi cursilería, saborear las más primitivas de las emociones. ¡Abur!
Tengo conciencia plena de estar a veces un poco desubicado en la página editorial de un diario tan serio pero el caudal impresionante de correos mandado por mis lectores me indica que todavía sueña la gente a pesar de la crudeza que trae la diaria realidad, escriben porque se identifican. De repente una persona muy seria me reprocha no tratar los temas políticos en boga (como no sé de aquello, prefiero evadirme de lo diario para solazarme en lo eterno). La condición del hombre en el planeta, sus delirantes sueños, sus sonrojados secretos, sus pasiones ocultas, sus íntimas culpas son el pasto que voy husmeando con fervor y suelo compartir.
De Guayaquil siempre me sorprende aquella pureza de las emociones: leyendas en automóviles, camiones pintorreados en el más auténtico pop art, procesiones en las que los feligreses avanzan con el corazón trémulo blandiendo una vela, aquel contumaz asesino a quien entrevisté una vez en la cárcel, al que pregunté: “¿A quién más amas?” y me contestó: “A mi mamá”. De la palabra ingenuo a la palabra genuino solo hay un paso. Los años me enseñaron a ser muy prudente a la hora de querer juzgar.
Un hombre con un ramo de flores en las manos puede hacernos sonreír, nuestro siglo amordazó muchas emociones, desconfío de la gente que se dice seria. Frente al vanidoso que levantaba su bombín y saludaba El Principito preguntó lo que había que hacer para que se cayera el sombrero. Oí una vez a un orador muy respetable decir: “Antes de hablar quisiera decir algo”, entonces déjenme en paz disfrutar mi cursilería, saborear las más primitivas de las emociones. ¡Abur!
Referencias:
No hay comentarios:
Publicar un comentario